METODOLOGÍA SEMIÓTICA Y CAMBIO:
EL PROCESO DE DE-SEMIOTIZACIÓN DE LA ESFERA DE PRODUCCIÓN PRIMARIA AGROPECUARIA.
Universidad Nacional del Nordeste (UNNE)
Resistencia, Chaco, Argentina
Introducción:
Esta propuesta busca contribuir con la reflexión acerca de la importancia de la semiótica como metodología eficaz para la explicación del proceso de cambio que, dentro de la sociedad, sufren discursos y fenómenos sociales.
De tal proceso, resultará interesante puntualizar en el discurso como consecuencia resultante de un proceso previo de transformación de otro u otros enunciados, y/o fenómenos precedentes que condujeron a la aparición del actual enunciado y/o fenómeno (Magariños de Morentín, 2007).
En primer lugar haremos algunas menciones acerca del fenómeno de la de-semiotización (des-valorización) de la esfera de producción primaria del algodón, como primer eslabón de la cadena productiva. Intentaremos también, establecer una relación con la noción de proceso de abstracción universalizante, (según Zizek, quien cita a Marx). Éste se concretaría en el silenciamiento de la instancia relativa al trabajo del hombre de campo, y en la sobrevaloración de la última instancia del proceso de producción: la elaboración y venta del producto final.
En segunda instancia, y en estrecha relación con lo anterior, proponemos la reflexión acerca de los diversos tipos de protestas, cíclicas (cortes de rutas, manifestaciones urbanas, etc.) que estos pequeños productores agropecuarios argentinos (como primer eslabón de la cadena productiva) realizan ante la sociedad como expresión corporal y alternativa, al marcado y progresivo silenciamiento de su situación (López, 2005) o de-semiotización. Es decir que, ante la pérdida de poder semiótico se sitúan en los bordes, al límite de sus posibilidades de expresión.
A partir de aquí nos interesa vincular la noción de borde semiótico con la de síntoma (Zizek, 2003) considerado un quiebre, una ruptura en el universal abstracto que, en este caso por ejemplo, se correspondería con esa ilusión de completitud y de funcionamiento dinámico que aparenta mostrar la cadena de producción del algodón.
1. La de-semiotización de la instancia de producción como resultado de un proceso de abstracción universalizante.
Retomaré aquí algunas nociones y relaciones también planteadas por Marta López (2005) en su trabajo sobre la problemática de los pequeños productores rurales, la cual nos reúne, ya que ambas participamos del mismo proyecto de investigación.
La situación de los productores en general, y de los algodoneros en particular, se presenta como una de-semiotización: es decir, un silenciamiento discursivo del trabajo material y de su cuestión social con la consecuente desvalorización económica que ello conlleva.
Esta situación tendría su causa en una importante desconexión entre las instancias de producción primaria –primer eslabón en la cadena de valor- y las últimas, correspondientes al producto terminado y su marca – como eslabón final de dicha cadena-. Esto que he mencionado, deja entrever una profunda falta de solidaridad por parte de los últimos eslabones de la cadena de valor (industriales textiles y de indumentarias) para con el productor primario, como también, de la falta de políticas sociales. En este sentido, la participación de actores sociales que pertenecen a una esfera diferente (los pertenecientes al gobierno) resulta también imprescindible para el funcionamiento de esta cadena.
Entendemos por cadena de valor de un producto a la serie de instancias o etapas por las que se desplaza, desde su fuente primaria de elaboración, hasta su compra por parte del consumidor final. En cada uno de estos eslabones “se agrega valor” al subproducto anterior, y en cada uno de ellos, entra en juego un determinado grupo de actores sociales. (López, 2005:2)
No entraremos aquí en mayores detalles acerca de los componentes y relaciones entre los distintos eslabones de la cadena, sólo mencionaremos que, simultáneamente a la desvalorización de la instancia de producción, de-semiotización, se manifiesta una semiotización exacerbada de la mercancía como producto terminado y un importante incremento del valor económico de la misma, lo cual se traduce, por ejemplo, en la marca[1] de donde proviene el valor material de las mercancías como productos terminados.
En otras palabras, se produce un fetichismo: un proceso de abstracción universalizante en el cual se concreta el borramiento, silenciamiento, de-semiotización de la instancia de producción primaria, en este caso relativa al trabajo del hombre de campo –sus voces, problemáticas individuales, sus métodos de producción, etc.- y se retiene la última instancia del proceso de producción (sobrevaloración, hipersemiotización): la elaboración y venta del producto final, de la mercancía. Es de destacar que, de acuerdo con Zizek, utilizamos la noción de fetichismo de la mercancía de Marx como una matriz teórica que nos permite comprender el funcionamiento de algunos fenómenos que, tal vez, nada tengan que ver con el campo de la economía política.
Pues bien, a la hora de poner el precio a una prenda no tiene importancia por ejemplo, que el algodón con el cual se confecciona haya sido adquirido a un precio muy inferior a ésta, ni que sea el mismo el que se utilice para la confección de otras prendas, independientemente del valor de las mismas. Por ejemplo, un jeans puede valer $200 (y aquí entra en juego la hipersemiotización de la mercancía, la cual se advierte, por ejemplo, en la elaboración y costo de la marca) y otro, confeccionado con la misma materia prima, a $30.
Sobre el fetichismo de la mercancía, Marx sostenía que “la igualdad de los trabajos que se diferencian completamente unos de otros tiene que consistir en una abstracción de su desigualdad real, en la reducción a su carácter común de gasto de fuerza humana, de trabajo humano en general y el cambio es el único que se lleva a cabo en esta reducción, enfrentando los productos de los más diversos trabajos sobre la base de la igualdad”.[2]
Por ejemplo, los objetos que hay en el mundo que en la economía capitalista se denominan “mercancías”, son radicalmente diferentes entre sí. Pero se ha inventado un “equivalente general”: el dinero, ese tercer término al cual se puede reducir todo lo demás, lo cual supone una abstracción general bajo la cual se pierden las diferencias, un fetichismo. Todo puede pagarse con dinero, al sistema no le interesa cuál es la naturaleza de esos objetos.[3]
Ahora bien, de acuerdo con Zizek (2003:42) en las relaciones de intercambio de las mercancías se lleva a cabo un doble proceso de abstracción: la abstracción que parte del carácter cambiable de la mercancía en el acto del intercambio y la abstracción que parte del carácter concreto, empírico, sensual y particular de la mercancía”. Es decir que, en el acto de intercambio, las características particulares de la mercancía no se toman en cuenta. Por ejemplo, respecto del algodón en bruto: su calidad (aspecto, color, etc.) lo cual tendrá injerencia en el valor que tenga en el mercado, etc. Este producto pierde sus particularidades y se reduce a una entidad abstracta que posee el mismo valor que otra mercancía con la que se intercambia. Por ejemplo, el dinero.
En este acto de intercambio “los individuos proceden como si la mercancía no estuviera sometida a cambios físicos, materiales; como si estuviera excluida del ciclo natural de generación y corrupción; aunque al nivel de sus “conciencias” ellos “saben muy bien” que este no es el caso” (Zizek, 2003: 43,cita a Sohn-Rethel). Es decir, nos comportamos como si no supiéramos, por ejemplo, que las prendas de vestir de marca de determinado valor (pertenecientes al último eslabón de la cadena de producción del algodón) no fueran elaboradas con la misma materia prima que otras de menor valor.
De esta manera se logra la naturalización, por ejemplo, de la desigualdad y de la injusticia para con los pequeños productores.
Esta ilusión se rompe cuando se manifiestan aquellos que no hablaban, no tenían voz, aquellos que veían cercenadas las posibilidades de expresión simbólica.
2. La noción de síntoma. Vinculaciones con la noción de borde semiótico.
En este punto, me permito acercar la noción de síntoma considerado una falla en la estructura del universal abstracto –podríamos aludir aquí a principios universales aceptados, o por ejemplo en el caso en estudio, la dinámica aparentemente cerrada y armónica del proceso de producción del algodón-.
También se caracteriza como cierta hendidura, fisura en ese universal que aparece como algo completo, clausurado. Aparece esta manifestación del particular concreto que pone de manifiesto ese conflicto irresoluble con el universal abstracto.
“Marx inventó el síntoma (…) detectando una fisura, una asimetría, un cierto desequilibrio “patológico” que desmiente el universalismo de los “derechos y deberes burgueses”. Este desequilibrio, lejos de anunciar una imperfecta realización de estos principios universales –es decir, una insuficiencia a ser abolida por un proceso ulterior- funciona como su momento constitutivo: el síntoma es, hablando estrictamente, un elemento particular que subvierte su propio fundamento universal, una especie que subvierte su propio género (...) un punto de ruptura heterogéneo a un campo ideológico determinado al mismo tiempo necesario para que ese campo logre su clausura, su forma acabada.
Este procedimiento implica, así pues, cierta lógica de la excepción: cada Universal ideológico –por ejemplo, libertad, igualdad- es “falso” en la medida en que incluye necesariamente un caso específico que rompe su unidad, que deja al descubierto su falsedad.” (Zizek, 2003: 47)
Tal como he mencionado al comienzo de la exposición, en el caso que presento el universal estaría dado por la ilusión del funcionamiento dinámico y aceitado de la cadena de producción del algodón, donde se lleva a cabo un –aparente- intercambio libre y justo de las mercancías. Pero esto resulta paradójico ya que en realidad, los pequeños productores deben vender “libremente” sus productos para poder subsistir (de otra manera no podrían hacerlo) con lo cual se convierten en “esclavos” del sistema.
Además, el intercambio tampoco es justo ya que el precio que se le impone a su mercancía (el algodón en bruto) es sumamente bajo en relación con el producto terminado. La situación agrava con el silenciamiento y la falta de reconocimiento (por parte de los demás integrantes de la cadena de valor, de los gobernantes y de amplios sectores de la sociedad) de la identidad y situación social del productor de las materias primas, lo cual conlleva la naturalización de tal situación.
Esta ilusión se rompe con la aparición del síntoma, que rompe la unidad y clausura aparentes, que en este caso se corresponde con las manifestaciones públicas de los pequeños productores algodoneros.
En este sentido, para Zizek (2003:52-53) “lo opuesto es lo verdadero: el fetichismo de la mercancía acontece en las sociedades capitalistas, pero en el capitalismo, las relaciones entre hombres no están “fetichizadas”; lo que hay son relaciones entre gente “libre” y cada persona sigue su propio interés egoísta. La forma predominante y determinante de las relaciones entre las personas no es la dominación y la servidumbre, sino un contrato entre personas libres que son iguales a los ojos de la ley. (...) Con el establecimiento de la sociedad burguesa, las relaciones de dominio y servidumbre se reprimen; formalmente, parece que lo que nos incumbe son sujetos libres cuyas relaciones interpersonales están exentas de todo fetichismo; la verdad reprimida –la de la persistencia del dominio y la servidumbre- surge de un síntoma que subvierte la apariencia ideológica de igualdad, libertad, y demás.”
Tal como adelantamos, el síntoma estaría dado, justamente, por la imposibilidad de expresión simbólica de estos actores sociales en ámbitos de decisión y la “puesta en escena” del cuerpo (semiosis indicial) en los espacios públicos a través de sus distintas manifestaciones.
La aparición, irrupción del cuerpo en el espacio público, como síntoma, manifiesta la persistencia –oculta hasta ese momento- de la desigualdad, la injusticia y el olvido de la instancia de producción primaria. Tal como sucedió en el Chaco durante todo el año 2005, donde se sucedieron los acampes y cortes de rutas, esta desigualdad –no sólo económica, sino también étnica: entre los manifestantes se incluían numerosas familias de aborígenes de nuestra zona- se hizo visible, se corporizó pero a través de otro tipo de manifestaciones, de otras semiosis. Quedó en evidencia la ineficacia de lo simbólico –a través del silenciamiento, de la falta de participación, de la omisión- y entró en el juego lo indicial. Estos grupos sociales se encuentran, no sólo en las márgenes de la subsistencia económica y social, sino también, en los bordes de las semiosis que disponen. (López, 2007)
Como adelanté al principio de la exposición, creo advertir un punto en común entre la noción de síntoma mencionada, y la de borde semiótico propuesta por Juan Magariños de Morentín en “Semiótica de los bordes”:
Retomo aquí las nociones de campo semiótico y bordes del campo semiótico propuestas por el autor:
“Hablar de los bordes de la semiótica supone aceptar la existencia de una diferencia entre campo semiótico y los bordes de tal campo semiótico. Por campo semiótico podemos entender un determinado conjunto de fenómenos contextualmente situados en un momento de una sociedad determinada, a la emergencia de cuya existencia ontológica y perceptibilidad concurre el conjunto de enunciados y significaciones construidos por determinado conjunto de operaciones establecidas y vigentes en esa concreta sociedad.”
Podemos pensar aquí en la cadena valor del algodón: en la hipersemiotización y sobrevaloración del producto final y su marca en el último eslabón de la misma, y en el silenciamiento y la omisión (simbólicas), naturalizados ya, del primer eslabón correspondiente al productor primario.
A continuación, Magariños agrega que: “los bordes de un campo semiótico (borde1), son los marcados por la necesidad de superar el fracaso de las operaciones mediante las cuales se construirían los enunciados y significaciones posibles que harían percibibles otros determinados fenómenos posibles, no incluidos entre los pertenecientes al campo semiótico en estudio y que todavía no llegarían a adquirir existencia ontológica hasta que se fueran concretando aquellos nuevos enunciados y significaciones posibles que provocarían su emergencia (...) Esto iría desplazando el campo semiótico, asimilando los nuevos enunciados y significaciones y haciendo percibibles otros fenómenos cuya nueva existencia ontológica desplazaría también los bordes de la posibilidad de identificación semiótica.”[4]
En este punto podríamos mencionar la aparición de lo indicial, la presencia del cuerpo de los productores como alternativa, lo cual haría percibible este nuevo fenómeno. También podemos aludir a la aparición de la realidad suprimida, oculta, que emerge en un síntoma que manifiesta una posibilidad de cambio.
No sólo en la manera en que determinados actores sociales –en los bordes de sus posibilidades semióticas- buscan hacerse visibles, corporizarse, sino también, en cómo la semiótica como disciplina se posiciona -¿o re-posiciona?- para lograr la explicación de tales fenómenos sociales.
Bibliografía:
CARO ALMELA, A. En www.archivo-semiotica.com.ar 5 de agosto de 2006. Bajado de Internet el 13 de febrero de 2007. Discusión relativa a la “Semiótica de los bordes”.
GRÜNER, E. Entrevista realizada por realizada por Emilia Cueto. En: www.elsigma.com
LÓPEZ, M. “Cadena de valor como cadena semiótica”. Ponencia. VI Congreso Internacional de Semiótica. Maracaibo, Venezuela. Octubre de 2005.
“Los bordes de la semiótica y la praxis humana”. Los bordes de la semiótica. Mesa redonda virtual, Congreso Internacional de Helsinski. Mayo de 2007.
MAGARIÑOS DE MORENTÍN, J.
El cambio social y las nuevas formas de la semiótica. Archivo de Semiótica. Manual de Estudios Semióticos. En: www.archivo-semiotica.com.ar
La Semiótica de los bordes. En: www.archivo-semiotica.com.ar
El presente y su carencia de entidad semiótica. La semiótica como la metodología del cambio. Resumen de la mesa Redonda para el VII Congreso Nacional y II Congreso Internacional de la Asociación Argentina de Semiótica. 7 al 10 de noviembre de 2007 Rosario, Argentina
MARX, K. El Capital. Capítulo I: La mercancía y el dinero. Orbis.
ZIZEK, S. El Supremo Objeto de la Ideología. Siglo Veintiuno Editores. 2003
[1] Tal como plantea Antonio Caro Almela sobre la publicidad “es claro que ésta se trata de un gigantesco LABORATORIO SEMIOTICO donde se elaboran las significaciones asociadas en torno a las MARCAS de las que proviene el valor de los PRODUCTOS (de modo que el valor MATERIAL del producto está primordialmente supeditado a la SIGNIFICACIÓN construida en torno a la marca y que se decanta en su valor IMAGINARIO). Significaciones éstas que se desmoronan por completo cuando, como he podido comprobar en un reciente viaje a China, es posible adquirir productos "de imitación" prácticamente idénticos a los originales, pero que resultan infinitamente más baratos, sencillamente porque sus desaprensivos fabricantes se ahorran todo el coste que supone para los fabricantes originales la PRODUCCIÓN SEMIÓTICA de la respectiva marca (al tiempo que ponen de relieve el carácter ilusorio de la significación imaginaria que resulta de esta producción semiótica y mediante la que diferenciamos, en función de su marca, productos que son en definitiva idénticos entre sí).” En la discusión relativa a la “Semiótica de los bordes” aparecida en el Foro Académico Semitioticians y publicado en w.w.w.archivo-semiótica.com.ar, página web dirigida por Juan Magariños de Morentín, el 5 de agosto de 2006 y bajado de Internet el 13 de febrero de 2007.
[2] Marx, K. El Capital. Capítulo I: La mercancía y el dinero. Orbis. (p. 48).
[3] Eduardo Grüner. Entrevista realizada por realizada por Emilia Cueto. En: w.w.w.elsigma.com. El subrayado es nuestro.
[4] La cursiva es nuestra.