LA POESÍA Y SU POSIBLE TEMPORALIDAD

 

 

 

Lic. Miguel Espíndola

UNJu - UCSE - DASS

namuloes@yahoo.com.ar

 

 

Resumen

 

Como en ninguna otra semiosis la literatura hace evidente que a partir de un enunciado se construye un fenómeno; sin embargo en función de explicar este proceso, propongo indagar -no en forma concluyente- si la eficacia en la atribución de significación reside en el signo lingüístico (un tipo dentro de un sistema), un símbolo en el sentido peirceano; o en la “palabra” (enunciación), un índice en el marco de la misma teoría. Reflexionada esta problemática y los planteos temporales que de ella derivan, sugiero la hipótesis que la “palabra”, una intersemiosis, es la materia prima de la literatura. Cabe distinguir, entonces, del tratamiento que la crítica literaria hace de la enunciación, el que puede hacer la semiótica. Entiendo que la crítica literaria logró modelos de análisis del componente fonomorfosintáctico de las posibilidades “desautomatizadas” de aquella “palabra”, de hecho analizar esta neosintaxis es describir la base necesaria de la literatura y de sus semánticas posibles. Es pertinente reconocer que la crítica es competente para esta tarea no obstante la semiótica puede completar el efecto artístico de la literatura explicando cómo ese fenómeno lingüístico se hace existencial. En ese sentido, la semiótica busca completar el análisis de la estética gramatical y el de la sociocrítica con la descripción de la literatura como vivencia transformadora, para eso debe considerar cómo el tiempo es necesariamente experiencia en el mundo posible que construya la poesía.

 


 

 

531. Hablamos de entender una oración en el sentido en que ésta puede ser sustituida por otra que diga lo mismo; pero también en el sentido de que no puede ser sustituida por ninguna otra. (Como tampoco un tema musical se puede sustituir por otro.)

En el primer caso es el pensamiento de la proposición es común a diversas proposiciones; en el segundo se trata de algo que sólo esas palabras en esa posición pueden expresar (Entender un poema)

Así, pues ¿”entender” tiene aquí dos significados distintos?-Prefiero decir que estas especies de uso de “entender” constituyen su significado, mi concepto de entender. Pues quiero aplicar “entender” a todo eso.

¿Pero cómo se puede explicar en el segundo caso, la expresión, cómo se puede transmitir la comprensión? Pregúntate: ¿Cómo hacemos que alguien entienda un poema o un tema musical? La respuesta a esto dice cómo se explica aquí el sentido.

Ludwig Wittgenstein ([1953]2004:343-345)

 

“Y de ahí que el lenguaje de la poesía sea el lenguaje de la relación personal, mientras que el lenguaje cotidiano sea el idioma del Ello…La fuerza eficiente se manifiesta en la relación; resulta de un acto y no de una invocación verbal, aunque esta invocación puede, a su vez, ser la traducción del acto que la engendró.”

José Isaacson (1982: 12-13)

 

De la indicialidad y la temporalidad

            A partir del epígrafe la pregunta de Wittgenstein es orientadora y desafiante, la poesía nos propone que entender es una praxis singular (directa y única) con relación a una secuencia también singular de palabras, como lo es  un poema

.  

“…tengo cicatrices de risas en mi espalda…”[1]

 

¿Cómo este verso de Pablo Lemebel, un poeta chileno que denuncia la discriminación que sufrió por su condición homosexual durante el régimen pinochetista, nos impacta hoy, ahora y aquí, existencialmente?

¿Por qué vale aún extraído de su texto original?

¿Cómo ese verso construye significado estético, descontextualizado de su espacio, de su época, de sus condiciones ideológicas, de su marco institucional, de su interpretante inmediato? 

Peirce ya advirtió sobre la ambigua situación que se da en el discurso, en la medida que “se trata a la vez de símbolos, es decir, de signos que pertenecen al código de la lengua (yo es una palabra del léxico español) y de índices, es decir, de signos que contienen un elemento de la situación de enunciación (yo designa a la persona que habla en este momento, en este lugar)”[2].

La condición indicial de la palabra no se limita a su funcionamiento deíctico/indicativo en la instancia de comunicación -la enunciación así entendida es trabajada exhaustiva y enriquecedoramente por la crítica literaria actual- sino que, como observa Peirce en Gramática Especulativa, un índice es un signo, o representación que se refiere a su objeto no tanto a causa de cualquier similitud o analogía con él, ni porque esté asociado con los caracteres generales que dicho objeto pueda tener, como porque está en conexión dinámica (incluyendo la conexión espacial) con el objeto individual, por una parte, y con los sentidos o la memoria de la persona para quien sirve como signo, por la otra[3]. La última parte de esta cita es particularmente iluminadora, ya que convoca a que se considere a la palabra como mediatizadora/en conexión dinámica también con el despliegue sensorial del cuerpo y los contenidos de memoria (atractores mnemónicos) de cada individuo, es decir en el campo poético, de cada lector concreto.

Sin embargo, antes de seguir avanzando en los sentidos y la memoria, cabe reflexionar sobre el criterio temporal que supone optar por la palabra (enunciación) como el recurso fundamental de la poesía. El signo lingüístico, el símbolo, el tipo de un sistema se impone por el tiempo pasado que lo estructuró a la par que limita[4] a través de sus leyes gramaticales las posibilidades en un tiempo futuro. En cambio, la palabra (enunciación) es instantánea, porta un presente actual; mejor descripta a través de la noción de contingencia radical[5] del 2° Wittgenstein; recordemos que el autor del Tractatus a diferencia de De Saussure concebía que la arbitrariedad del lenguaje residía en la posibilidad (eventualidad) de que el significado se produzca en una instancia intersubjetiva, en un tiempo presente contingente pero compartido entre personas. Es más, Wittgenstein abogaba bajo este principio que la gramática[6] genuina de una lengua debía ser una gramática de situaciones comunicativas posibles, distinta por supuesto, a las tradicionales gramáticas estructurales y normativas.

El tiempo de la palabra poética es un presente “sui generis”, aproximación que no constituye desestimar su causación pretérita ni su proyección futura, sino más bien describir su índole performativa pero eventual desde el punto de vista semiótico.   

 

 

De la performatividad

 

Si bien la idea de la performatividad (Austin y Searle) del fenómeno lingüístico es relativamente nueva en el campo de estudio e investigación de las ciencias sociales, concebir al lenguaje como extrañado del mundo de vida o como agente activo que es parte de él, constituyó una de las primeras controversias teóricas más interesantes de las Humanidades. La actividad de los Sofistas que enseñaron que el lenguaje hacía gran parte de la realidad, el Kratilos de Platón que lo neutralizó desde el punto de vista gnoseológico a través de una aporía[7]; La Poética de Aristóteles que lo funcionalizó prescriptivamente fueron verdaderas corrientes que polemizaron al teorizar sobre un lenguaje que se reifica y se escinde de las cosas, por un lado, o que constituye una dimensión esencial de la realidad, por otro.

Eco (1990:297-340) sugiere que a lo largo de la historia han prevalecido alternativamente una concepción “análoga” que enfoca al lenguaje como entelequia sistemática, y otra “anómala” que lo aborda como relación vital de/entre los hombres[8]; más allá de esta caracterización más visualizadora que precisa[9]; la palabra poética se concibe de diversos modos según partamos de alguna de estas perspectivas. Si el lenguaje es un mecanismo aislado la palabra poética conforma una desautomatización del sistema, si el lenguaje es un vínculo humano la palabra poética es exploración del mundo de vida, o por lo menos la porción del lenguaje dedicada a la exploración extrema. Entonces la performatividad es una cualidad propia de la palabra poética desde los primeros poetas[10] como emergente “natural” de la intersubjetividad del hombre.

 

De la intersemiosis de la palabra poética

        

Hemos caracterizado a la palabra poética como índice, como índice de un tiempo presente contingente e intersubjetivo, como una exploración performativa del y en el mundo de vida; entonces aprovechando esos asedios, de una manera ecléctica y más exhaustiva, propongo, analizar su naturaleza intersemiótica citando a Peirce cuando advertía las características de los índices y las particulares formas de relación semiótica de esta clase de signos. Un índice genuino y su objeto deben ser existentes individuales –sean hechos o cosas-, y su interpretante inmediato debe tener el mismo carácter[11], recuperemos que la conexión dinámica especificaba que los objetos e interpretantes eran de naturaleza sensorial y/o mnemónica, en el caso de la palabra poética como índice, esa relación de contigüidad sólo se realiza –tal cual planteamos-, con un lector real.

Peirce puntualiza que la indicialidad se basa en la relación de contigüidad y que la misma no se puede dar entre signos, entre entidades de la misma naturaleza, sólo entre el signo y su referente[12], o sea, entre el índice y los sentidos y/o los contenidos de memoria de una persona. De allí que sostengamos que los índices concuerden con la idea de contingencia radical tomada del 2° Wittgenstein para la palabra poética, de allí que nos expliquemos cómo “…tengo cicatrices de risas en mi espalda…” en este momento construye significados diversos en algunos de nosotros. Luego, Peirce afina su observación y sostiene: un índice es un signo que perdería al instante su carácter que hace de él un signo si su objeto fuera suprimido, pero que no perdería tal carácter si no hubiera interpretante[13]”. De aquí nos podemos explicar cómo y por qué  “…tengo cicatrices de risas en mi espalda…” no construye ningún significado en este momento en algunos de nosotros. Además de sorprendernos, un Peirce que plantee un signo no triádico y que, a la vez, sacrifique de algún modo esta condición esencial de su teoría, para conservar claramente la sujeción, la dependencia directa del índice a la existencia directa e individual (singularidad).

Impactarse o no con un poema; no hay sustitución posible de esta situación ya que tiene una factura original, única; de esta forma se contingencializa más el significado posible con un acontecer irrepetible y con las disposiciones del intérprete (un intérprete no un interpretante que es un hábito social vigente); es decir: un individuo específico con su memoria y su sensorialidad. No obstante la índole intersemiótica de la palabra poética no está lo suficientemente descripta si no seguimos a Peirce cuando establece rasgos distintivos del índice con respecto a los íconos y los símbolos:

 

 

·        “…los índices no aseveran nada”[14], son materia de una contingencia radical, tan abductivos, tan conjeturadores y más eventuales que los mismos íconos,

 

·        “Las consideraciones precedentes podrían llevar al lector a suponer que los índices se refieren exclusivamente a los objetos de la experiencia… Pero las construcciones imaginarias del matemático, y aún los sueños, se aproximan a lo real en la medida necesaria para tener un grado de fijeza, de resultas de lo cual pueden ser reconocidas e identificadas con entes individuales. En suma: hay una forma degenerada de observación que está dirigida a las creaciones de nuestras propias mentes –usando la palabra observación en su sentido más amplio, vale decir, implicando algún grado de fijeza y de cuasi-realidad en el objeto al cual trata de conformarse-.”[15] En esta cita es notable la preocupación de Peirce por mantener la singularidad y la ostensión (grado de fijeza)[16] de los índices con los constructos mentales, en este sentido las configuraciones imaginarias, los productos oníricos, los entes formales y los contenidos de memoria pueden ser materia de la palabra poética en su dimensión productiva y -sobre todo- en su faceta interpretativa;        

 

·        “…carecen de todo parecido significativo con su objeto..”[17], es decir: los índices no son isomórficos;  en el caso de la palabra poética, ésta se pone en conexión dinámica con los sentidos, los objetos, los comportamientos, los contenidos de memoria, la instancia de enunciación, etc. esto equivale a que es una intersemiosis que no se agota en el sistema verbal sino que se configura en un juego entre signos de distinta naturaleza, aquellas semiosis que han sido usadas por cada persona para “memorizar” las experiencias vividas;

 

·        “…se refieren a entes individuales, unidades individuales, conjuntos unitarios de unidades o continuidades individuales;..”  creo que más allá de la retórica afásica del lógico es una descripción casi literaria de la condición humana que la palabra poética refiere. Las experiencias de cada persona (singularidades memorizadas[18]) se convierten en signos pero no solemos considerarlos como operativos para el análisis de los fenómenos de significación. En Sobre la certeza, Wittgenstein señala con agudeza y sentido común:

 

“161. Aprendí una gran cantidad de cosas y las acepté en base de la autoridad humana. Después he descubierto que se veían confirmadas o refutadas por mi propia experiencia

275. Si el fundamento de nuestra certeza es la experiencia, debe tratarse, obviamente de la experiencia pasada[19].”

       

·        “…dirigen la atención a sus objetos por una compulsión ciega.”[20] La palabra poética no está ni direccionada por la semejanza (ícono) ni tratada desde una categoría conceptual (símbolo) sino  aprehendida o no por un lector determinado.  Hacia 1979, Searle[21] en función de una visión pragmática de la metáfora, argumentó que sólo se capta el sentido metafórico en la medida de que se comprende las intenciones del hablante, en sentido contrario, sugiero que el rasgo específico para describir cómo construye sentido la poesía, es analizarla como un dicisigno (valor contextual que se atribuyen existentes) identificando las relaciones de la palabra indicial poética con las disposiciones eventuales de un intérprete[22] (fenomenológicamente: las experiencias vividas por una persona específica, experiencias que configuran su memoria única e intransferible y el punto de partida la arbitrariedad semántica ya mencionada).            

 

Cuando la palabra poética reorganiza la experiencia o del “cross a la mandíbula”             

           

Si es una vivencia transformadora ¿qué provoca la palabra poética? ¿ cómo interviene al mundo luego de representarlo?  Gastón Bachelard sostuvo que el enfoque de una sociología comprensiva debía “reorganizar la experiencia de los fenómenos trabajados” para el investigador.

El impacto de este fenómeno no se traduce inmediatamente en nuevas representaciones (posibilidades) o en la reformulación de categorías conceptuales (necesidades en sentido lógico) sino en una reorganización de la experiencia, en un principio de comunicabilidad de complejidades ininteligibles en un primer momento[23]. Roberto Arlt sostenía que un criterio definidor de la literatura a la que el aspiraba era: el efecto de un “cross a la mandíbula”  ¡qué caracterización poética y por ello: indicial, presente, contingencial, intersemiótica!

 

Las ciencias cognitivas, en particular la psicología, estudian e investigan la la metacognición entendida como las actividades cognitivas que tienen por objeto a la cognición misma y contribuyen a la regulación y al control de su funcionamiento. Postulan que existen dos tipos de actividades metacognitivas: el saber metacognitivo y la experiencia metacognitiva, ambos refieren a las personas, a las tareas y las estrategias. Nos importa aprovechar el alcance analítico de la noción de experiencia metacognitiva para la palabra poética, en la medida que define a la experiencia metacognitiva como el conjunto de experiencias cognitivas y afectivas conscientes ligadas a la solución de un problema particular[24] y, si bien no sostenemos que la poesía le solucione los problemas a nadie, podemos proponer que, si es una vivencia transformadora, es el punto de partida empírico de vivir/imaginar/pensar una experiencia almacenada en un contenido de memoria en forma distinta, en otras palabras inferir y predecir diferencialmente. A partir de esta posibilidad explicar la inevitable transformación histórica de la mirada del intérprete, tal, el propósito de esta mesa redonda.

 

 

 

 

El análisis literario ha enfocado sobre todo la estética gramatical (estilística) y la lectura ideológica (sociocrítica) de la poesía; sin lugar a dudas, ambos abordajes fueron y son fundamentales para estudiarla e investigarla pero la vertiente de la palabra poética como vivencia transformadora puede constituir una aproximación que desde la teoría peirceana nos desafíe en otro trabajo, a saber:

·        ¿cómo se estudia la vivencia transformadora de la poesía?

·        ¿cómo se investiga la vivencia transformadora de la poesía?

·        ¿cómo se enseña la vivencia transformadora de la poesía?[25].  En resumen, en la línea de Paolo Fabbri (2000) en el Giro Semiótico  pero con Peirce: ¿cómo se trata semióticamente a  la pasión?  

 

 

 

Literatura como vivencia transformadora

INDICIALIDAD POÉTICA

3.2.1.1

Los personajes, los temas, el tratamiento del tiempo y del espacio, las voces narradoras, el yo lírico, la proyección autobiográfica,  etc.

Posibilidades de lo cotidiano y posibilidades de interpretación estética

 

3.2.1.2

Obra literaria

(entidad sintáctica-semántica)

.comunicatividad como propuesta más pasional que inteligible.

Forma de lo literario para diferenciarse/distanciarse  de los otros discursos ordinarios.

3.2.1.3

Interpretación de” grado cero” (signo mediador)  desde la lectura literal para contrastar  el valor diferencial de lo literario.   

En este contraste de sistemas de representación se toma conciencia de las formas del mundo común frente a las formas del mundo literario.

3.2.2.1

Los personajes, los temas, el tratamiento del tiempo y del espacio, las voces narradoras, yo lírico, etc.

Unidades de emoción estética.

Entidades concretas del decir ordinario

Entidades concretas del decir literario

Entidades de transformación de lo ordinario a lo literario. 

El escritor en dominio de las posibilidades estéticas del lenguaje puede obrar  a través de la memoria como insumo, por tomar distancia del mundo ordinario  y por lograr la diferencia frente a las relaciones que se realizan a fin  de representar el mundo ordinario.

 

3.2.2.2

Obra literaria

(entidad pragmática-semántica)

Comunicatividad como cooperación. )

Informatividad como novedad.

Emotividad (sensación estética)

La obra literaria como índice indicial en la medida que es la transformación del mundo construida por el discurso literario en el que el texto es configurado interactivamente por la semántica del autor y del lector.   

3.2.2.3

Efecto existencial de lectura efectiva de un lector real e individual.

Condiciones de interpretación subjetiva:

Hábito lector (actitud: atenta, comentada, profesional, pasatista, etc.)

Historia de vida

Nivel sociocultural (grado de instrucción)

Intereses personales por la lectura (capital cultural, promoción  (obligación), placer, esparcimiento, etc.)

VIVENCIA TRANSFORMADORA 

La obra literaria presenta un mundo transformado que permite evaluar el mundo ordinario.

La obra literaria no es emotiva en sí misma sino en la medida que evoca, provoca y recupera emociones , imágenes y pensamientos

Fuerza evocadora que busca transformar, a partir del distanciamiento de lo ordinario la recuperación original de emociones, imágenes y pensamientos. 

3.2.3.1

Los personajes, los temas, el tratamiento del tiempo y del espacio, las voces narradoras, yo lírico  etc.

Convenciones de impacto sociocultural.

3.2.3.2

Obra literaria

(entidad ideológica)

la obra como del autor ¿cómo establecer su valor diferencial?

3.2.3.3

Valoración diferencial con los otros discursos de un marco sociohistórico determinado. (Condiciones de interpretación objetiva: época, espacio, grupo social sucesos políticos, sociales, religiosos, etc.)

 

 

 

Bibliografía

 

 


 

[1] Del poema: Manifiesto (hablo por mi diferencia) de Pablo Lemebel, 1986 Santiago de Chile. Lo adjunto al trabajo.

[2] Todorov y Ducrot (1995:364)

[3] Peirce (1986: 60).

[4] Entiéndase que la naturaleza sistémica del signo lingüístico no impide el cambio y la evolución sino que evidentemente condiciona a éstos fenómenos de transformación.

[5] Nordmann (2003:62-67).

[6] Necesariamente descriptiva nunca prescriptiva.

[7] Recordemos que Platón “escribió” un diálogo sobre el lenguaje para que lo “lean” con el fin de justificar su inutilidad para el conocimiento.

[8] No creo que esta división sea correspondiente a la de Von Humboldt:  ergon (producto) y energeia (proceso creativo); ya que el rasgo espiritualizador  de energeia en especial, atribuye al lenguaje una dimensión más bien socializante, consuetudinaria e ideológicamente comprometida, como el correcto romántico que era éste autor . 

[9] Véase el comentario profundo de de Bustos Guadaño (1995: 95-99).

[10] Desde la naturaleza mágica de la palabra en los mitos fundadores probablemente, véase Amestoy (1976).

[11] Peirce (1986.49-50).

[12] Todorov y Ducrot (1995:106)

[13] Peirce (1986: 59)

[14] Peirce (1986:54). Si bien en esta cita señala que los íconos en igual medida no aseveran nada,  prefiero citar un tramo puesto que la naturaleza abductiva, provisoria, conjetural de los índices rara vez es considerada. 

[15] Peirce (1986:60-61)

[16]  Con ello mantener la propiedad indicial de los índices, valga la tautología.

[17] Peirce (1986:61).

[18] Loa contenidos de memoria son personalísimos y heterogéneos, no están construidos por una semiosis homogeneizante, cada sujeto en su plenitud semiótica es el índice concentrador de sus propias vivencias almacenadas.

[19] Wittgenstein ([1969]1995).

[20] Peirce (1986:61)

[21] Véase el profundo análisis y críticas sobre la teoría pragmática de la metáfora de Palma (2004:26-34) y de de Bustos Guadaño (1999:105-111)

[22] A lo mejor modificando la compulsión ciega del índice de Peirce, las neurociencias con el estudio del fenónemo cognitivo-cerebral de la pareidolia pueda explicar cómo fenómenos vagos y aleatorios se reconocen como fenómenos perceptibles, en consecuencia la compulsión seguiría siendo ciega pero no su intérprete, véase  Hawkins y Blakeslee (2005).

[23] Es la novedosa definición que le otorga al arte, Jorge Wagensberg (1985: 105-139)

[24] Melot (2003:291) y las consideraciones sobre cognitivismo y estética, ver en Gardner (2005).

[25] Parte del  trabajo presentado en las VII Jornadas de Literatura “¿Hacia donde van las letras?”, Noviembre de 2005 en FH y Cs. Sociales de la UNJu : Una propuesta semiótica para el análisis del discurso literario (2005) Coordinador: Miguel Espíndola (Profesor Adjunto) Integrantes del equipo: Eva Olmos, Nilda Mamaní, Mabel Alarcón y Nora Mamaní. Cátedra de  Semiótica (Profesor Titular: Juan Magariños de Morentin) de la carrera de Profesorado y Licenciatura en Letras de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Jujuy.