PERTURBACIÓN DE LA SEMIOSIS:
CAUSA Y CONSECUENCIAS EN UN EJEMPLO CLÍNICO
Dr. Alberto Marani.
Médico Psicoanalista
Universidad Nacional de La Matanza
Buenos Aires, Argentina
El trabajo de Juan Magariños, podríamos decir, habla del movimiento, del proceso continuo de producción de la significación. Somos intérpretes. Interpretamos fenómenos pero también otras interpretaciones. Las interpretaciones adquieren vida al ser textualizadas, y esas textualizaciones quedan inscriptas y así se tornan relativamente perdurables.
Si, con un “criterio materialista”, partimos de los signos para “inferir y explicar” los contenidos, la inscripción será su condición necesaria. La facultad semiótica es la que permite la transformación de los signos (sean de la índole que fueren).
El objetivo de mi contribución será afirmar que esta facultad puede sufrir restricciones o alteraciones. Y esto puede deberse a diversos factores. Uno de ellos, en la escala individual –aunque también colectiva, aunque no será mi objeto en esta contribución- son los procesos defensivos, la acción de las defensas del yo.
El resultado de la acción defensiva constituiría un detenimiento en el borde de la semiosis posible en un momento dado para el sujeto intérprete. En términos de Magariños, si no me equivoco, un límite para pasar al “borde 1”.
Quiero hablar concretamente de una forma en que para el propio sujeto intérprete pone un límite (o borde) la semiosis posible. En otras palabras, detiene el movimiento que permite la transformación de los textos por medio de las interpretaciones que habilitan el paso a otros textos.
El inconsciente tal como lo pensaba Freud tiene una materialidad, las inscripciones. Son estas inscripciones inconscientes a las que pongo en relación con la semiosis, sus tropiezos y sus impasses.
El inconsciente freudiano es entendido como conjunto de inscripciones de signos que pueden -o no- progresar en la tópica psíquica desde el inconsciente, una vez que allí fueron inscriptas, hacia el preconsciente (esas inscripciones pueden producirse como resultado de la operación defensiva). Pero puede ocurrir que ese paso sea denegado porque la represión (y las defensas en general) coarten el proceso en algunas circunstancias. Ese es un obstáculo concreto para la facultad semiótica.
¿Qué es necesario para reencauzar la semiosis y la "retextualización", quizás diría Magariños? El proceso interpretativo/elaborativo y la creación, en el trabajo psicoanalítico, de una nueva trama necesaria para alojar otros signos, signos que den mejor cuenta de los fenómenos (hechos histórico-vivenciales, emociones, sentimientos, etc.) que permanezcan aptos para sucesivas transformaciones
El síntoma es el efecto de una coagulación del sentido. Una de las características del síntoma es que no permite fluir las significaciones de modo que puedan asociarse y de ese modo extenderse hacia otras (nuevas) significaciones. Este detenimiento que provoca sufrimiento.
Un síntoma, decía Freud, se forma por medio de la sustitución en el lugar de algo que no ha tenido éxito para manifestarse al exterior, es una especie de permutación.
Un ejemplo[1]:
Un paciente es súbitamente asaltado por la idea de que puede estar infectado con HIV.
Encuentra un origen de esa idea en la trama que produce en el intento de la justificación racional de su temor. Identifica un hecho: un día, tres semanas antes de la emergencia del síntoma intentaron robarle el auto. Descubre al ladrón in fraganti. Pese a que el paciente, desde fuera, bloquea las puertas, el ladrón escapa por una de las ventanillas ágilmente. El delincuente estaba herido por otra persona a la que había intentado robarle en una especie de torpe raid compulsivo, como se supo más tarde, quedan manchas de sangre sobre el tapizado. Las limpia sin pensar en las consecuencias de lo que hace.
Un par de semanas después de este episodio, tiene que emprender un breve viaje que si bien es de trabajo le resultó asimismo sumamente placentero. Cuando retorna a Buenos Aires reencuentra a su madre, que vive en el interior, que por esos días estaba en su casa, pasando unos días con su familia.
La madre le resulta abrumadora. Afectada ella misma por su carácter fóbico-obsesivo, se encuentra tramitando patológicamente un duelo por su esposo, padre del paciente, muerto hace dos años.
Ambos tienen en común algunos rasgos de carácter: su tendencia a ahogarse en un vaso, su anticipación pesimista del futuro, sus sensaciones de encierro cuando enfrenta problemas de cierta magnitud, etc. Tan abrumadora es la madre que experimenta alivio al alejarse, dejándole el fardo a su mujer. El alivio es producto también de haberse deshecho de la culpa por ese alejamiento.
Semanas más tarde recuerda que el día del intento de robo del auto tenía una lastimadura en un dedo y se le ocurre pensar que el ladrón, por su aspecto, reunía las características estereotípicas de un marginal que bien podría haber tenido HIV. Estas piezas le son suficientes para que se le ocurra un contagio. En esos días de creciente angustia se palpa un ganglio debajo del maxilar, que interpreta como signo inequívoco de la infección.
La angustiosa sensación de estar infectado de HIV se instala irremediablemente. En ella está presente y activo el (auto) castigo en que lo precipita la culpa.
“La misma sangre”, le digo. Inmediatamente recuerda que la madre (pariente de sangre) padeció un linfoma varios años atrás, del que está curada. El paso de linfoma a ganglio es directo, a favor de la información de que dispone, como cualquier persona de nivel cultural medio. Se abren otras direcciones para la semiosis.
El eslabón necesario entre estos términos (paciente, ladrón “infectado” y su madre es <sangre>, que juega en diferentes planos de significación. Conjeturo que <Sangre> es el lexema que sutura dos ejes constituidos por las series de asociaciones. La sutura la produce un sema (al que aludo en mi intervención) que relaciona ambos ejes, y que la represión sustrajo. Una vez restablecida la asociación se torna posible una nueva sintaxis entre aquellos términos.
Es decir, el lexema <sangre> tiene en este caso, al menos dos vertientes. La del encadenamiento de las asociaciones <ladrón>, <HIV>, <muerte>; con las asociaciones pertenecientes al otro eje: <mamá>, <papá>, <muerte>. <duelo>, <tristeza>, <culpa>, <linfoma>. Los diferentes efectos de sentido son producto de las diferentes recorridos asociativos
En estas series de asociaciones subyace la trama significativa de la que emerge el síntoma.
La intervención operó una apertura del cerco en que el paciente quedaba confinado por el síntoma; rebotaba entre las limitadas significaciones, tanto más angustiantes, en la medida en que una de las significaciones, <HIV>, precisamente amenaza y encierra. Al abrirse las cadenas a otras asociaciones resulta posible la rememoración, circulación y experimentación de los sentimientos sofocados y la eventual acción reparadora... o el duelo.
El síntoma ha coagulado el sentido por el detenimiento de la semiosis.
Las asociaciones emergentes a partir de la interpretación permiten alcanzar otro campo de significaciones que permanecía sumergido en la inconciencia, con la excepción de algunos elementos que relacionan los respectivos campos (sangre, ganglio, enfermedad).
Los nuevos efectos de sentido permiten fluir la asociación de manera productiva: por un lado, procurando alivio de la angustia concomitante al síntoma; por otro, habilitan la posibilidad de trabajar sobre problemas concretos de su existencia que; problemas que, excluidos, condujeron la emergencia del síntoma y la angustia, e incluidos le permitirán –si resuelve las ataduras que determinan las identificaciones- la liberación de sus fuerzas para otros empleos, más vitales.
[1] Naturalmente que lo que aquí ofrezco es una simplificación, tanto del material del paciente como de mis intervenciones. Expongo sólo una serie de informaciones que permitan observar lo que me parece pertinente traer a la mesa.