LA SEMIOSIS COMO PRODUCTO DE ACCIONES DE LENGUAJE
EN LA DINÁMICA DE LAS LENGUAS
Dra. Dora Riestra
Universidad Nacional del Comahue
Bariloche, Argentina
La metodología que propone Juan Magariños desde la semiótica de los bordes como instrumento específicamente adecuado para explicar el carácter inherentemente histórico de todo enunciado y/o fenómeno constitutivo de su ámbito de conocimiento; o sea, la necesariedad de disponer de las operaciones metodológicas de una semiótica con capacidad para explicar el proceso de cambio que afectó al enunciado y al fenómeno, como requisito indispensable para alcanzar una explicación aceptable de su objeto de estudio, nos lleva a considerar: 1) en primer lugar, el movimiento en la acción de comprender, es decir, aprehender conceptualmente el cambio en la semiosis como estados sucesivos; 2) en segundo lugar, la hipótesis de que no se puede explicar el significado de ningún fenómeno sin tener en cuenta el enunciado del que procede y el enunciado al que dará lugar para generar la necesaria transformación histórica de la mirada del intérprete; 3) en tercer lugar la cuestión del cambio como necesidad expresiva que se explica por la finalidad puede aportar en el análisis semiótico del carácter de las ciencias humanas en relación con el objeto de investigación
En este campo de estudios semiológicos y semióticos, las metodologías disciplinares continúan orientando las investigaciones en las teorías lingüísticas y psicológicas en la segunda mitad del siglo XX. De los cruces producidos entre las teorías funcionalistas y los enfoques cognitivos se resituaron las nociones de texto y discurso como centro de la actividad comunicativa humana; al mismo tiempo, los enfoques pragmáticos delimitaron nuevos objetos de investigación, cuyos marcos en muchos casos aún están definiéndose. También se originaron desprendimientos disciplinares entre las llamadas ciencias del discurso como el análisis del discurso, la teoría de la enunciación, las teorías sobre tipos de discursos.
Desde las articulaciones teórico-metodológicas del interaccionismo socio-discursivo, con un núcleo teórico de nociones hemos construido algunos puentes metodológicos para abordar, en particular, la actividad de enseñanza de lengua como objeto de investigación: se trata de las relaciones dialécticas y dinámicas entre lengua como sistema de signos arbitrarios, producto de la actividad de lenguaje humano que, a la vez, por efecto retroactivo de los mecanismos de lengua hace posible el desarrollo del mismo lenguaje, dando forma al proceso de pensamiento. Este es el borde a partir del que se desarrollarán las revisiones conceptuales acerca de los procesos de semiosis.
1. Giro epistemológico en los conocimientos del siglo XX revisitados
En este enfoque epistemológico del lenguaje humano como instrumento formador del pensamiento (Vygotski, 1973), en una perspectiva monista materialista, la investigación de la interacción humana enfoca la acción como mecanismo mayor de la construcción de los conocimientos (Leontiev, 1983) y la dialogicidad de la comunicación discursiva (Voloshinov/Bajtín, 1992).
En los nuevos campos de estudio que surgieron entre las ciencias del lenguaje y las ciencias del discurso se produjeron inevitablemente nuevos objetos de investigación con sesgos diferentes y algunos que, sólo en apariencia, parecen ser los mismos. Por lo tanto, es necesario precisar el alcance atribuido a determinadas nociones que son centrales en el núcleo teórico del enfoque:
La noción de actividad de lenguaje en tanto actividad humana que media las otras actividades, con préstamos de la filosofía, la psicología y la lingüística coincide epistemológicamente con la que acuñara el interaccionismo social (Voloshinov, Vygotski), respecto de la ontogénesis del pensamiento consciente por una parte y, por otra, con las tesis saussureanas sobre la dinámica de los signos lingüísticos.
En las coincidencias se centra el objeto de estudio: los pasajes entre la praxis del lenguaje y los formatos del discurso, cuyo eje propuesto por Bronckart (2004) es la explicación de cómo se produce en el lenguaje la interacción entre los mundos colectivos de la cultura y los mundos individuales de conocimiento, y cómo éstos, siendo producidos por los primeros, a su vez, pueden ser los que los transforman. Dicho esto en términos semiológicos, se trata de cómo los significados objetivados al ser apropiados por cada agente, en nuevas relaciones de sentido, producen los cambios en las significaciones primeras.
Es útil aclarar que esta línea de investigación se opone a la “tradición representacionalista de la lengua” que busca un fundamento fuera de las prácticas sociales o del mismo lenguaje como praxis. El representacionalismo consiste en considerar al lenguaje como un mecanismo secundario, que traduce el pensamiento –la noesis antes que la semiosis–, lo que conduce a la abstracción casi total del papel del lenguaje frente a la primacía del pensamiento.
Fue en esta dirección que la mayoría de los enfoques estructuralistas, con las versiones de lecturas saussureanas del siglo XX y los enfoques generativos y cognitivos del sistema lingüístico, concibieron el lenguaje con una organización estructural universal, de carácter único e ideal (existencia mental), que se desarrollaría progresivamente y remitiría a una organización común de las lenguas naturales. No obstante, subsiste la imposibilidad de dar explicación al hecho de que coexistan tantas lenguas naturales diferentes. Los intentos contemporáneos de centrar el problema en el orden socio-cultural no hacen más que acentuar la búsqueda del fundamento fuera del mismo lenguaje o de éste como práctica social.
Aun cuando algunas de las relecturas de Saussure, después de un siglo, cuestionan esas relaciones idealistas entre el mundo, el pensamiento y el lenguaje, tal como se constituyeron desde el sentido común occidental, puede decirse que en nuevas lecturas afinadas de sus manuscritos en 2000 y con la finalidad de revisar y precisar más finamente los aportes concretos del lingüista, es necesario profundizar la articulación de las nociones en los caminos de investigación abiertos por él.
En coincidencia con las formulaciones de Saussure, Vygotski (1995:226) sostuvo que “el problema es que el pensamiento está mediado externamente por signos, pero también lo está internamente por los significados de las palabras” y expuso la vía indirecta de la comunicación humana que se realiza mediante signos lingüísticos. Otra afirmación vygotskiana de plena vigencia, es la de la relación entre palabra y pensamiento que no está formada de antemano, sino que se realiza en la acción, en el desarrollo de la conciencia humana.
Así como Saussure aporta el problema nuevo del principio organizador, que es el signo en su arbitrariedad radical, discrecionalidad y linealidad significante introducido en la sustancia, en el caos del pensamiento, descomponiendo, para reordenar precisando el sentido[1], Vygotski introduce la noción de “mediación necesaria del signo” para formar el pensamiento y transformar la realidad.
1.1. La noción de borde como principio orientador
Nos plantea Juan Magariños en su propuesta de debate que
“tanto al percibir una entidad del entorno, como al imaginarla, nos ubicamos en el borde, en el primer caso del conjunto disponible de las variaciones efectiva e históricamente percibidas, para poder percibir lo diferente en lo efectivamente existente (percibo a partir de lo que conozco), y en el segundo también en el borde del mismo conjunto disponible de las variaciones efectiva e históricamente percibidas, para reproducir, en el órgano sensorial correspondiente, las huellas dejadas en el registro neuronal por percepciones anteriores (imagino a partir de lo que he percibido).”
Se refiere de este modo a “la transformación histórica del significado, entendiéndose aquí historia como la emergencia del cambio. La cuestión es asumir su dinámica, su racionalidad (actual y transitoria) y construir los modos fugaces de explicarlo”.
La noción de borde propuesta por Magariños para pensar las articulaciones teóricas como “el borde de los pensamientos posibles en un determinado momento”, “pensamientos todavía borrosos”, que requerirán de nuevas formas semióticas para percibir en transición, “en un mundo futuro, fenómenos a cuya existencia no accede nuestro conocimiento presente, por encontrarse todavía en el borde entrópico de lo indiferenciable” es una noción que abre la posibilidad del diálogo, de pensar con otro, de realizar lecturas de búsquedas activas entre marcos teóricos que no fueron estudiados y que ofrecen en sus relecturas nuevas opciones epistemológicas.
A esta convocatoria de bordes como provisoriedad de las explicaciones posibles por la influencia de los paradigmas anteriores y las rupturas momentáneas que van construyendo la posibilidad de nuevos paradigmas, buscan responder los enunciados que siguen, elaborados, como se señalara, desde la perspectiva epistemológica del interaccionismo socio-discursivo, que es también un espacio de articulación disciplinar, un espacio de fronteras de conocimientos medianamente estabilizados, cuyo objeto de estudio si bien es la interacción humana en general, en particular está centrada en los ámbitos formativos.
2. Voloshinov /Bajtín, nuevas lecturas que amplían el horizonte del dialogismo
La piedra angular del dialogismo desde la filosofía del lenguaje abre las perspectivas para la lingüística en los enfoques pragmáticos que serán relativamente conocidos en occidente a través de las traducciones de Bajtín y muy escasamente a través de los textos originales de Voloshinov.
En un análisis organizado en el principio dialogal, la relación de la noción de lenguaje interior de Vygotski (19 73) con el mecanismo de percepción de un enunciado, muestra una base dialogal común en su organización que en todos los tipos de comunicación verbal tienen la percepción, la comprensión y la evaluación del enunciado del otro. Esta relación puede hacerse a partir del redescubrimiento de Voloshinov, puesto que Ivanova (2000) atribuye al filósofo del lenguaje las posiciones que en occidente le fueran atribuidas a Bajtín, en versiones fragmentarias e imprecisas que circularon a fines del siglo XX. Para Voloshinov el carácter dialogal de la palabra está determinado no sólo por el proceso de comprensión, sino, además por el acto de producción, por lo que la lingüista rusa sostiene que:
“desde l lenguaje interior hasta las partes relativamente acabadas de un monólogo, es decir, párrafos, los considera análogos a las réplicas de un diálogo, lo mismo que una intervención compleja, como un libro. De este modo atribuye al dialogismo el estatus de principio común fundamental del enunciado y el diálogo en sí mismo es considerado como una unidad real de la “lengua-lenguaje/habla” y una de las formas principales de la interacción verbal”.
Es decir, la palabra posee una determinación bilateral. Asimismo, la naturaleza social de la entonación, atribuida a Bajtín, es en realidad un aporte de Voloshinov, quien relaciona “la imagen del otro” con la influencia de la entonación, de la que depende la construcción del enunciado. Es decir, pone de relieve cómo se construye el acuerdo o desacuerdo entre los participantes. Se trata de una percepción activa del habla/decir del otro.
En palabras de Voloshinov es:
«comment un énoncé d’autrui vit dans la conscience verbale interne d’un interlocuteur, comment il est interprété dans cette conscience et comment la parole de cet interlocuteur est orientée par rapport à cet énoncé». (Vološinov, 1929 [Marxismo y filosofía del lenguaje 1993, p. 126])
Esta definición es central en la concepción de enunciado y transformación histórica del significado como una cuestión de simultaneidad de conciencia colectiva e individual actuante en la percepción, comprensión y evaluación según la imagen del otro (interlocutor/participante).
Además, en un sentido amplio Voloshinov define el diálogo como todas las formas de comunicación verbal, pero en un sentido estricto, el diálogo es una forma concreta de la interacción y las formas constructivas de la transmisión del habla del otro, que se gramaticalizan (como construcciones estables de una lengua). Es decir, no pierde la perspectiva de realización lingüística del enunciado.
A partir de las reflexiones sobre la interacción social y su papel en la producción de un enunciado, sobre la influencia del auditorio en la forma del enunciado llega a la noción de géneros verbales, llamándolos géneros verbales de la vida, cuya base es la situación de la vida cotidiana que forma parte del medio social, que “limita y determina el género en sus momentos internos”.Por lo tanto el dialogismo es la característica fundamental de los enunciados hasta el nivel de la palabra y su sentido.
Aquí vale la aclaración realizada por el lingüista eslavista Seriot (2007) sobre la traducción de la noción conocida y atribuida a Bajtín de géneros discursivos o géneros de discurso, que no habría sido sino una mala traducción (francesa) equívoca, porque la connotación precisa en ruso sería la de géneros de habla o de lenguaje. En realidad la noción fue formulada por primera vez en la 2º década del siglo XX por Voloshinov.
Según Ivanova (ob cit.) “este análisis conjunto de género-diálogo-dialogismo y todos sus componentes en sus relaciones hasta el nivel de palabra, sentido, entonación y formas sintácticas define también este conjunto en su aspecto filosófico, sociológico y lingüístico”. En este sentido podemos considerar que el aporte metodológico de articulación disciplinar de Voloshinov rompe barreras establecidas históricamente (se sitúa en los bordes de las disciplinas) y permite configurar otro objeto de estudio, entre las nociones de género, medio social (conciencia) y enunciado/lenguaje interior
El análisis del interaccionismo socio-discursivo, en dirección descendente, parte de los géneros textuales como realizaciones que se materializan en textos concretos en las actividades sociales, por lo que esta nueva lectura de Volshinov, pone de manifiesto coincidencias epistemológicas entre nuevas construcciones teóricas y estas posturas programáticas de las ciencias humanas de principio de siglo que, hace pocos años han sido retomadas y, en algunos casos, conocidas en occidente.
3. Saussure, la materialidad lineal del signo lingüístico o la vida de los signos en la dinamicidad del tiempo
El cambio en la semiosis como estados sucesivos, tomado desde la concepción del dialogismo ofrece un marco que hoy puede ponerse en relación con la revisión de las nociones saussureanas en la explicación semiológica.
Respecto de la noción de estados de lengua (diferenciada del singular estado de lengua), al revisarla Bronckart (2001) se refiere al carácter dinámico y cambiante que Saussure atribuyó al sistema de la lengua al referirse al mismo como mecanismo dinámico. Esto nos lleva a reconocer las lenguas concretas como mecanismos construidos con recursos formales que son a la vez que arbitrarios radicales, contingentes y limitados, lo que explica que cada lengua opere necesariamente como una elección entre la infinidad de posibles (unidades lingüísticas, reglas, categorizaciones y valores), es decir, una vez efectuada la elección por la comunidad de hablantes, opera como un conjunto de parámetros que restringen las posibilidades, pero lejos de la inmanencia, lo que puede observarse es que se produce el cambio del sistema como hecho social, algo que durante el siglo XX se analizó en los efectos sociales, no en los mecanismos, de donde se originó el enfoque dicotómico (lengua/habla, diacronía/sincronía, sustancia/forma)etc.
Saussure buscaba las leyes o fuerzas dentro del sistema de signos y allí, dentro del sistema, en lo que él llamó estados de lengua, encontró que lo semiológico es producto de lo social y que la diversidad sucesiva de las combinaciones lingüísticas se realiza por relaciones de diferencias, como oposiciones de valores en la linealidad temporal.
En los manuscritos encontrados, Saussure se refirió a semiología como:
“ámbito lingüístico del pensamiento que se convierte en idea en el signo, o de la figura vocal que se convierte en signo en la idea; y esto no son dos cosas sino una sola, contrariamente al primer error fundamental. Es tan literalmente verdad decir que la palabra es el signo de la idea como decir que la idea es el signo de la palabra; lo es a cada instante, dado que no es ni siquiera posible establecer y limitar materialmente una palabra en la frase sin la idea.
Quien dice signo dice significación; quien dice significación dice signo; tomar como base un signo (aislado) no sólo es inexacto, sino que no quiere decir nada absolutamente, ya que, en el instante en que el signo pierde la totalidad de sus significaciones, no es nada más que una figura vocal” (ELG, 2004:48)
La entidad material del signo hace que la contradicción significado-significante, interpretada como dualidad, pueda entenderse como objeto producido en lenguas diferentes, que es indisolublemente bifacial, bifrontal. No obstante la indisoluibilidad cambia permanentemente por las fuerzas sociales y el tiempo; de aquí el carácter entrópico y dinámico que podemos precisar terminológicamente como “vida de los signos” en esa mutación de las relaciones entre significado-significante en el tiempo (fenómeno de diacronía)
Si bien Saussure se refiere al nivel de la palabra, no del enunciado, su enfoque coloca la tesis del doble anclaje de la lengua, el individual y el colectivo y, como los signos constituyen los ingredientes de base de todas las formas de representación humana, esta bipartición puesta en práctica por los diversos grupos humanos, en circunstancias históricas y geográficas diversas, requiere tener en cuenta, como señala Bronckart (2007), otros tres niveles que constituyen los objetos de una ciencia del lenguaje: a) los textos, como primer lugar de la vida de los signos, lugar intermediario en el que permanentemente se hacen y rehacen en sincronía y diacronía, b) la lengua interna como sistema de organización psíquica de valores significantes extraídos de los textos, un segundo lugar de vida de los signos (limitado por las lenguas normadas y el trabajo de los gramáticos) y c) la lengua normada como sistema de organización de los valores significantes extraídos de los signos, pero organizado por grupos sociales y sometidos a sus normas. Es el tercer lugar de vida de los signos, trabajo de abstracción (como lengua castellana o española) que nadie puede percibir, con resultados inciertos, como lo demuestra los múltiples modelos descriptivos concurrentes.
Estos tres lugares de vida de los signos se dan, según Bronckart, en una interdependencia de co-construcción simultánea. Es un movimiento dialéctico permanente, identificado por Saussure, como hemos apuntado más arriba. El movimiento consiste –en una explicación de Bronckart- en que los signos y sus valores se organizan en textos, que son apropiados por las personas y reorganizados en sus psiquismos singularmente, para posteriormente extraerlos de cada psiquismo y volverlos a nuevos textos bajo el control de la lengua natural propia. Aparece aquí la dimensión creativa (¿sería estilística?) de las nuevas producciones y la dimensión social de algunas de sus dimensiones normativas (¿serían genéricas?). Estos interrogantes abren posibles interacciones con el estudio de los tipos de discurso y los géneros textuales, dos objetos de investigación reformulados actualmente en el marco del interaccionismo socio-discursivo.
De Mauro (2003) sostiene que gracias a tres factores cooperativos que son las capacidades de repetir, de crear transformando y de crear combinando, los seres humanos usamos la palabra y dominamos la propia lengua y además, podemos hacerlo con otras. Se trata de una articulación, según él de dos tipos de creatividades, la inventiva (que exaltara Croce) y la regular (exaltada por Chomsky). Para De Mauro, sin imitación y repetición, es imposible la invención. De aquí su análisis del lenguaje en relación con las lenguas, propias u otras, como un proceso de imitación, invención y cálculo. Este crear combinando o inventar calculando en el lenguaje necesariamente depende de la materialidad del signo para realizarse.
Saussure afirma el carácter de construcción social de la lengua, después de haber contrastado las lenguas naturales, al poner de manifiesto el rol determinante de la semiosis y de su carácter primero o fundador en relación con la noesis o “pensamiento puro”, de lo que se deriva el carácter del signo y su identidad como hecho físico-mental indisociable.
Uno de los efectos de la mala lectura realizada de la teoría saussureana consistió en separar entre forma y sustancia, como si preexistieran las formas y después la ideas o viceversa. En sus manuscritos, Saussure (2004) ponía en duda la existencia de un pensamiento puro, porque reconoció la complejidad del objeto de estudio y lo abordaba como desafío metodológico para abarcar la dimensión del movimiento en la temporalidad y en la fuerza social.
En estudios recientes Bulea (2005) considera que las leyes que indagaba Saussure dar cuenta de los hechos de la lengua, estarían más cercanas al tiempo de la termodinámica que al tiempo mecánico, como fuera concebido por el estructuralismo. Dicho de otro modo, la temporalidad sincrónica sería la dinámica interna de los signos en constante cambio y los significados serían apenas un pasaje (construcción-reconstrucción en la transmisión).
Vygotski (1995: 226) sostuvo que “el problema es que el pensamiento está mediado externamente por signos, pero también lo está internamente por los significados de las palabras”; expuso de este modo la vía indirecta de la comunicación humana, que se realiza mediante signos lingüísticos. A la vez afirma que la relación entre la palabra y el pensamiento no está formada de antemano, sino que se realiza en la acción, en el desarrollo de la conciencia humana.
Por las condiciones de elaboración, los signos son entidades desdobladas que hacen posible el retorno del pensamiento sobre sí mismo y la capacidad de conciencia como propiedad del psiquismo humano.
Asimismo, en coincidencia con Vygotski, Voloshinov sostuvo que toda unidad de la cognición propiamente humana es, desde su inicio: semiótica y social. En síntesis, como acuerdo social implícito, este formateo del psiquismo por los signos se establece en el curso de la actividad de lenguaje y, de este modo, las unidades de pensamiento resultantes de la interiorización de los signos tienen, necesariamente, un carácter social.
4. El concepto de acción (en la actividad) de lenguaje
4.1. Leontiev, los aportes de la teoría de la actividad.
La relación entre lo colectivo y lo individual de la conciencia y el lenguaje como procesos diferentes e imbricados fueron estudiados en psicología por Leontiev y Luria. El primero enfoca el desarrollo de los procesos de actividad y conciencia, mientras el segundo incorpora no sólo los enfoques psicológicos en la relación lenguaje-conciencia, sino de la lingüística del siglo XX, incluyendo los aportes de la gramática generativa, por lo que se anticipa a versiones de hipótesis en la relación cerebro- psiquismo que hoy formuladas desde la psicología cognitiva.
Leontiev parte de la historicidad como eje en el desarrollo del psiquismo humano, al fundamentar lo que Vygotski propusiera sobre las funciones psicológicas superiores como relaciones interpsicológicas que se vuelven intrapsicológicas a través de la palabra.
La explicación de Leontiev (1983:65) sobre el pensamiento (tomar conciencia de la relación de poner unas cosas a prueba de otras cosas) es lo que llamamos “toma de conciencia de las relaciones que se establecen entre cosas que no nos son directamente accesibles. Es por esto que en los humanos el contenido de las acciones independientes se orienta hacia un objetivo y puede transformarse en una actividad interna, es decir mental.” En esto nos diferenciamos de los animales y lo hacemos mediante la actividad de lenguaje, elaborada socialmente.
Esta actividad de lenguaje, considerada “la conciencia práctica” de los hombres por Marx, fue explicada por Leontiev a partir de “la conciencia como reflejo conocido de la actividad realizada a través de los conceptos lingüísticos socialmente elaborados.” La relación entre sentido subjetivo y significación es un reflejo consciente, es decir una relación interna específica entre lo objetivado en la significación (reflejo de lo elaborado colectivamente mediante el lenguaje) y lo que se descubre en la actividad, que es el sentido, como contenido de la conciencia. Dicho de otro modo, las significaciones permiten elaborar relaciones de sentido como relaciones de conciencia.
Los cambios de semiosis entre lo individual y lo colectivo definen, por lo tanto nuevas relaciones de sentido que harán surgir nuevas semiosis en nuevos significados colectivamente reconocidos, asumidos o apropiados.
4.2. Maturana y la noción de autopoiesis
La búsqueda metodológica de Vygotski partía de la necesidad de encontrar articulación entre el campo psicológico y el campo biológico, comienza desde la psicología del comportamiento y formula la distinción entre las funciones mentales naturales (inferiores) y las funciones culturales (superiores), las específicamente humanas hasta llegar a la mediación instrumental del lenguaje, que constituye el gran cambio epistemológico.
Desde la frontera entre la biología y la psicología, en la dirección gnoseológica y metodológica desarrollada por Maturana y Varela (1998), la dinámica relacional del lenguaje en el carácter de proceso autopoiético (autoorganizacional), en la que los seres vivos como máquinas autopoiéticas mantienen su organización como variable constante, son por lo tanto, un sistema homeostático, que “continuamente especifica y produce su propia organización a través de la producción de sus propios componentes”.
La autopoiesis como organización de lo vivo refiere al vivir como realización de uno mismo en una dinámica relacional, en la que lo individual y lo colectivo aparecen como sistema. Esto sucede con el lenguaje humano en su carácter de organización autopoiética, es un dominio de relaciones de producción de procesos concatenados, de manera específica tal que producen los componentes que constituyen el sistema. Lo organizacional, lo estructural, operacional es lo que permite definir la vida, no los componentes. Por ello, interesan los procesos y las relaciones entre procesos realizados por medio de sus componentes, no los componentes en sí mismos.[2]
Humberto Maturana (1993,1995) acuñó el término lenguajear que consideramos cercano al de acción de lenguaje o, más específicamente, lo accional del lenguaje (Bronckart & Stroumza, 2003). Se trata de enfocar la praxis del lenguajear humano en su realización, colectiva e individual a la vez. En ese movimiento entre significaciones colectivas e individuales se produce el desdoblamiento de los significados (mediante los sentidos diversos) que van cambiando las semiosis y se van creando nuevas semiosis como significados compartidos.
Tanto la teoría de la actividad de Leontiev, como la teoría de la autopiesis de Maturana, en aportan explicaciones de la relación entre las acciones individuales y colectivas acerca de lo formulado por Magariños sobre la construcción y reconstrucción del significado de los fenómenos sociales (su estado vigente de representación/interpretación).
5. Coseriu, el lenguaje: un universal humano que no puede justificarse lingüísticamente
La relectura de la obra de Eugenio Coseriu también aporta precisiones conceptuales respecto de las relaciones entre el lenguaje humano, las lenguas y la cuestión del significado.
Para el lingüista rumano la noción de lenguaje en coincidencia con Vygotski, es “el primer escalón de lo humano”, “la función por excelencia de la humanidad”. Es en El hombre y su lenguaje que aborda la cuestión del lenguaje como la actividad de hablar. Se trata de un hecho universalmente atribuido a la especie, y es desde allí que propone partir en el análisis, de la actividad que se realiza siempre movilizando los recursos de una lengua.
En este sentido, al distinguir entre la lógica del lenguaje y la lógica de la gramática, Coseriu (1987) afirma que “todo lenguaje es un universal humano cuya justificación no es lingüística, sino extralingüística”. Considera que en ciertas corrientes lingüísticas los universales del lenguaje y los universales lingüísticos constituyen un malentendido epistemológico; sostiene que los universales lingüísticos no serían tales, ya que las lenguas tienen particularidades que les son inherentes, “son diferentes en su organización semántica y material, pero todas están construidas para la misma función general y son todas realizaciones históricas”. Si la universalidad del lenguaje consiste en que no necesita probarse lingüísticamente, las estructuras de las lenguas se comprueban y no se justifican desde el punto de vista lógico. Pone el ejemplo de la categoría verbal, cuya funcionalidad consiste en transformar las palabras en oración, lo dicibile en dictum, este es un universal de la descripción, es universal lingüístico, para que sea universal de lenguaje debería probarse en todas las lenguas. No obstante dirá que es útil hacer estudios comparativos ya que “las analogías de las lenguas podrán revelarnos cuáles son las normas necesariamente seguidas o libremente adoptadas por todos los hablantes en su actividad de crear históricamente las lenguas.” (op cit: 203).
De la relación entre la materialidad del texto (como hablar) y la materialidad del signo lingüístico se deriva su concepción del lenguaje como enérgeia, instrumento para fines que no son lingüísticos, pero debe entenderse como producción (creación) lingüística, no simplemente como totalidad de lo ya producido (cf Coseriu, 1991).
Como el lenguaje se realiza mediante las lenguas históricas, la relación y la distinción conceptual entre los sistemas históricos de producción lingüística (lenguas) y el lenguaje es necesariamente una relación de mediación en la que los significados están previamente en el sistema de posibilidades, de este modo “el significado es esencial para el lenguaje, mientras que no lo es para la comunicación. La comunicación puede considerarse como una de las posibilidades abiertas por el significado; incluso, si se quiere, como una de las más importantes. En cambio el significado no es sólo “importante”, sino que es imprescindible para que haya lenguaje. El significado es pues, la categoría fundamental de lo lingüístico” (Coseriu, op cit:39)
Diferencia los tres tipos de contenidos lingüísticos: significado, designación y sentido que conforman los procesos semióticos y los distingue de este modo: así como el significado es el contenido dado por una lengua determinada, la designación es la referencia extralingüística, independientemente de la lengua, mientras el sentido es el contenido particular de un texto o de una unidad textual y, por eso mismo es
“precisamente aquel contenido que no coincide simplemente con el significado y la designación: sólo hay sentido a nivel del texto (es decir en el acto de hablar o del conjunto conexo de actos de hablar de un hablante en una situación determinada) y no lo hay en el hablar en general, ni en las lenguas. Con respecto al sentido, el significado y la designación (y su combinación) funcionan como el signo material (“significante”) con respecto a su contenido (“significado”)” (Coseriu, 1987:207)
Por lo anterior, las funciones lingüísticas y los contenidos lógicos no deben confundirse (como sucedió en la doxa lógico-gramatical), ya que las lenguas históricas son sistemas de significación y no sistemas de designación.
La diferencia entre sistemas de significación y sistemas de designación (sistemas lógicos) es uno de los ejes que organizan su posición para definir las lenguas históricas como sistemas: de allí explica la diferencia entre sistema funcional y norma de realización (selección), en función de reconocer que
“desde el punto de vista lingüístico, lo primario no es la designación, sino el significado: las estructuras idiomáticas significan primariamente algo, y sólo por su significado pueden emplearse para la designación de estados de cosas extralingüísticas”(op cit:147)
En relación con el cambio, en Sincronía, diacronía e historia afirma que la lengua se hace mediante el cambio y “muere” como tal cuando deja de cambiar, pero el hacerse de la lengua no es cotidiano, sino histórico, es” hacerse en un marco de permanencia y continuidad”. Aquí Coseriu, con la referencia explícita de Humboldt y Aristóteles aborda la cuestión de la temporalidad y la libertad. Para él un estado de lengua o “lengua sincrónica” es el término necesario de la libertad y por eso
“Todo acto de hablar, siendo al mismo tiempo histórico y libre, tiene una extremidad anclada en su “necesidad” histórica –que es la lengua- y otra extremidad que apunta a una finalidad significativa inédita y que, por lo tanto, va más allá de la lengua establecida.”(cf Coseriu,1988:47)
Cabe relacionar estas delimitaciones con lo que nos planteara Magariños respecto de la producción enunciativa de las semiosis socialmente vigentes/posibles en una determinada sociedad y en un momento histórico determinado de esa sociedad: “percibir/proyectar (lo que ya no es lo percibido) y doble tarea de estimulación: proyectar/imaginar (lo que ya no es lo proyectado) es la que encuadra las posibilidades transformadoras de la operación de interpretación.
6. Las relaciones metodológicas como enlaces y rupturas: ¿reconstrucción o construcción?
La necesidad metodológica planteada por Coseriu de distinguir nociones reales (objeto de una ciencia) de nociones formales (postulados, métodos y procedimientos).
Aquí se presentaron nociones reales y formales, por lo que es necesario intentar una delimitación para ubicar epistemológicamente objetos de estudio y metodologías.
En el cruce de los campos disciplinares, articulando enfoques y nociones específicas, se producen pasajes entre teorías con un sesgo de transitoriedad aceptada para definir la relación metodológica. La noción de borde opera como espacio de lo provisorio en el proceso de comprender para aprehender nuevos objetos de conocimiento.
Los bordes permiten enunciar la provisoriedad de las explicaciones posibles por la influencia de los paradigmas anteriores y las rupturas momentáneas que van construyendo la posibilidad de nuevos paradigmas. Por ser la palabra/enunciado un objeto material, la mediación lingüística es necesaria: el signo es el lugar de continuidad y ruptura.
La vida de los signos en los textos, en las lenguas como sistemas psíquicos normados y en la norma de relaciones entre valores significantes de los mismos signos y los grupos sociales, como múltiples clasificaciones y construcciones de modelos concurrentes, como señalara Bronckart, podemos percibir el movimiento dialéctico y explicarnos la simultaneidad de la co-construcción individual (creatividad humana) y social (normativa genérica), pero aún no podemos explicar la construcción de formatos cristalizados construidos con los signos en los textos, identificados como tipos de discurso, por Bronckart (2007), quien los define de este modo: “ En d’autres termes, les signes ont cette propriété radicalement nouvelle dans l’évolution de constituer des cristallisations psychiques d’unités d’échange social et c’est cette socialisation du psychisme qui est fondatrice de l’humain”.
La síntesis esquemática a continuación representa parcialmente algunas relaciones posibles entre las nociones para aprehender conceptualmente el movimiento en la acción de comprender.
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Cruces de las ciencias |
Significados/ Pasajes/ rupturas-continuidades |
metodologías |
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Bordes |
Cambio/tiempo/movimiento |
Semiosis/ historicidad/dinamicidad/libertad |
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Disciplina |
Nociones reales |
Nociones formales |
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filosofía |
Hablar/decir Percepción del enunciado del otro/diálogo |
Géneros verbales de la vida /Acción de lenguaje/texto Medio social/conciencia |
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lingüística |
Textos Lenguas
Lenguaje y lenguas |
Lugar de vida de los signos/ Signo/ Mecanismos dinámicos/estados de lenguas/Sistemas de significación Actividad de hablar/enérgeia/ inventar-crear |
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psicología |
Lenguaje y conciencia |
Lenguaje interior/significado/Actividad interna/ relaciones de sentido y relaciones de conciencia |
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biología física |
lenguaje |
Autopoiesis/ lo accional del lenguaje (praxeológico) construcción-reconstrucción-transmisión
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Desde el interaccionismo socio-discursivo al considerar en particular los textos como acciones de lenguaje y operaciones psicológicas se produce una síntesis entre los estudios psicológicos y lingüísticos, en una perspectiva que integra dos campos disciplinares, en tanto delimita el objeto de estudio, el lenguaje, como práctica social, colectiva, de realización individual, mediante las lenguas como construcciones históricas, también colectivas y, por ello, dinámicas, construidas con signos arbitrarios, que nos permiten interactuar, entendiéndonos y transformándonos a nosotros mismos en el proceso de conocer.
Si los dos campos de conocimiento, el de la psicología del desarrollo (en la concepción del lenguaje como actividad que formulara Vygotski y continuaran Luria y Leontiev) y el de los estudios lingüísticos organizados a partir de Saussure (con la referencia de Coseriu y su relectura, en consonancia con los textos de Voloshinov, antes atribuidos a Bajtín) nos muestran un desarrollo teórico coherente, el aporte de De Mauro respecto del lenguaje como la capacidad de imitar- repetir, capacidad de inventar-crear transformando y capacidad de calcular- crear combinando pone de relieve este carácter de las personas como productos del medio socio-histórico-semiótico, que son, asimismo productoras o reproductoras del mismo medio (que no existiría sin ellas). En este trabajo productivo se realizan proceso interactivos que no son más que procesos heredados, según Bronckart (2007) como asimilaciones /acomodaciones que obran en las múltiples formas de aprendizaje implícitos o no concientes, pero por otra parte esos procesos se vuelven conscientes y objetivables.
En términos de Magariños se trata de identificar y describir las operaciones semióticas, que desde los bordes de la semiótica histórica, permitan explicar, en su dialéctica cronológica, mental-cerebral y enunciativa, el proceso de la producción dinámica de la significación de los fenómenos sociales.
Los aportes de la biología y otros enfoques basados en paradigmas de la termodinámica ofrecen nuevas posibilidades de búsquedas que necesitan construir metodologías que articulen los campos.
Mientras tanto, la semiosis como producto de acciones de lenguaje en la dinámica de las lenguas es una actividad que puede ser aprehendida, por lo menos en el momento realizarse, por lo que coincidiendo con Coseriu, Bronckart la sitúa como entidad en el orden praxeológico, independientemente de la lengua que se utilice y, por eso mismo, sostiene que tal actividad no es objeto de la lingüística (aun remitiéndose a los textos, las lenguas y sus signos), sino objeto de la psicología o de una posible antropología (¿semiótica?).
7. Referencias bibliográficas
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[1] Bronckart analiza los signos lingüísticos como “etiquetas sociales” que reagrupan, re-analizan y guardan una imagen primera junto con la imagen socialmente elaborada, es decir, se trata de una puesta en juego de dos clases de representaciones que se vuelven simultáneas, por lo que los mismos signos producirían un desdoblamiento generador de una capacidad de poner en juego estos dos órdenes y, por lo tanto, de la emergencia de la conciencia.
[2] Según estos autores, la ruptura con las concepciones taxonómicas y mecanicistas radica en la hipótesis del ser vivo como máquina que busca explicar lo organizacional de los seres vivos. Se trata de las relaciones que determinan, en el espacio en que están definidos los seres vivos, la dinámica de las interacciones y transformaciones de los componentes. De aquí que “los estados posibles de la máquina constituyen su organización”